Arquetipo como un patrón dinámico de comportamiento.

Arquetipo como un patrón dinámico de comportamiento.

En este enfoque se reconoce que los arquetipos habitan en el inconsciente colectivo y, destaca que lo que de ellos observamos, son sus efectos organizadores en la conciencia (Jung, 1959/1993, p. 107 y 126-128). Infiriendo a partir de sus efectos, el arquetipo sería un dinamismo organizador, un principio de organización (McDowell, 2001) o un principio formativo (Jung, 1959/1993, p. 93) actuando en el plano de la psique. Esta manera de entender el arquetipo la ejemplifica muy bien Jung: “se puede comparar con el sistema de coordenadas de un cristal, sistema que en cierto modo predetermina la formación del cristal en la lejía madre, sin poseer él una existencia material. Esta sólo aparece en tanto en cuanto cristaliza los iones y luego las moléculas. El arquetipo es un elemento vacío en sí mismo, formal, un elemento que no es más que una facultas praeformandi, una posibilidad a priori de la forma de representación” (Jung, pp. 77-78).

Como principio organizador, el arquetipo no se encuentra solamente en los fenómenos psíquicos, sino también en los físicos y biológicos (Jung & Pauli, 2001, pp. 98 y 126,). Esta visión ya la compartía Pauli con Jung en una carta del año 1953: “Cuando usted dice que ‘la psique es parcialmente de una naturaleza material’ entonces para mi como físico esto toma la forma de una declaración metafísica. Yo prefiero decir que la psique y la materia están gobernadas por principios de ordenamiento no representables en sí mismos, neutrales y comunes” (Jung & Pauli, 106-107 y 113). Cuando estos patrones de organización operan el dominio de la psique, ellos son los organizadores dinámicos de imágenes, ideas y comportamientos; cuando operan en el ámbito de la física, ellos son los principios formativos de la materia y la energía (Card, 1996).

La hipótesis sobre la existencia de principios de organización comunes para psique y materia encuentra respaldo, según Pauli, en el poder de los números para referirse a la realidad: “La existencia de ideas matemáticas que también pueden ser aplicadas en la física me parece solamente posible como una consecuencia de la homo-usia [identidad esencial] del mundus archetypus. En este punto, el arquetipo del número siempre entra en operación….Es este arquetipo del número que en última instancia hace posible la aplicación de las matemáticas en la física. Por otra parte, el mismo arquetipo tiene una conexión con la psique (trinidad, cuaternidad, mántica, etc.)” (Jung y Pauli, 2001, p. 106 y 107). Esta idea fue apoyada por Jung: “[el número] puede bien ser el más primitivo elemento de orden en la mente humana…por lo tanto definimos los números psicológicamente como un arquetipo de orden que se ha hecho consciente” (Card, 1996; ver también Jung y Pauli, 2001, p. 127). Marie Louis Von Franz, que continuó la exploración de estas ideas de Pauli y Jung, escribe: “Los números naturales parecen representar los típicos, universalmente recurrentes, patrones de movimiento común de la energía psíquica y física. Ya que estos patrones de movimiento (números) son idénticos para ambas formas de energía, la mente humana aprehende el fenómeno del mundo externo. Esto significa que los patrones de movimiento engendran “modelos de pensamiento y de estructura” en la mente humana, lo cuales pueden ser aplicados al fenómeno físico y lograr una congruencia relativa” (en Card, 1996).

El arquetipo puede actuar como un dinamismo organizador en el cuerpo: “el arquetipo puede ser experimentado como un dinamismo fisiológico” (Ramos, 1994, p. 58). Las tempranas investigaciones experimentales que llevó a cabo Jung, mostraron que existía un correlato entre ciertas respuestas fisiológicas (sudoración respuesta galvánica, modificaciones al ritmo cardíaco, etc.) y ciertos contenidos emocionales (vergüenza, temor, ira, etc.). Por otra parte, Jung observó que lo emocional era un aspecto constitutivo de los complejos, los cuales pueden ser entendidos como: “una colección de imágenes e ideas, agrupadas alrededor de un centro derivado de uno o más arquetipos, y caracterizado por un tono emocional común” (Samuels, A., Shorter, B., & Plaut, F, 1986, p. 34). Esta definición muestra entonces una vía de acción de los arquetipos en lo biológico, ya que, al ser los organizadores de los complejos, constelan también una cierta dinámica en la fisiología del cuerpo.

Para esta tesis es de particular interés entender el arquetipo como un principio de organización del comportamiento, ya que si nos fijamos en ciertos patrones de comportamiento y no en las imágenes que la actividad nos trae, podría postularse la existencia de un arquetipo del juego. En mi opinión, este entendimiento parece tener respaldo en la siguiente afirmación de Jung: “Este término [arquetipo] no está para denotar una idea heredada, sino un modo heredado de funcionamiento psíquico, correspondiente a la manera en la que el pollo emerge del huevo, el pájaro construye su nido, un cierto tipo de avispa pica el ganglio motor de la oruga, y las anguilas encuentran su camino a las Bermudas. En otras palabras, es un ‘patrón de comportamiento’” (citado en Young-Eisendrath, 1991, p. 62). En otro lugar, respecto a los arquetipos, Jung escribe que: “representan la mera posibilidad de un cierto tipo de percepción y acción” (1936, p. 47).

Stevens en su libro Archetype Revisited (2003) destaca las congruencias entre la hipótesis arquetípica de Jung y nociones similares provenientes de la biología, etología y sociobiología. Mientras Jung registró similitudes en los símbolos estas otras ciencias han rastreado patrones anatómicos, de comportamiento y recurrencias en los modos de organización social (Stevens, 2003, p. 25). Estas perspectivas resaltan que, tras la aparente diversidad de modos de organización social y comportamiento humano, se encuentra una remarcable uniformidad. Conductas de este tipo son el apego, la atracción sexual, el cortejo, la afiliación social, la amistad, la competencia por los recursos, el comportamiento dominante y sumiso, procedimientos para resolver disputas, el matrimonio, tabús relacionados con la comida y el incesto, ceremonias de iniciación de los jóvenes, ritos funerarios, mitos y, destacables para los propósitos de esta propuesta, el baile, las apuestas, los deportes atléticos y el juego con los coetáneos (Stevens, pp. 25, 45, 69). Stevens indica que tras estos patrones de comportamientos observables se encuentra una matriz arquetípica. Así entendidos, los arquetipos serían “sistemas de disposiciones para la acción”, pudiendo ser concebidos como el “origen común de eventos comportamentales y psíquicos” (Stevens, p. 71). Todos los eventos principales de la vida humana están asociados con ciertas disposiciones arquetípicas no solo en el aspecto ideacional sino también comportamental (Stevens, p. 59).

Con los aportes de Pauli, Von Franz y muchos otros, las ideas de Jung en relación al arquetipo han sido extendidas desde la identificación de motivos comunes de imágenes en la psique a un conjunto de proposiciones que incluyen una hipótesis acerca de la existencia de factores dinámicos de organización operando en la naturaleza, ya sea en la mente, la conducta, la materia, la biología y la sociedad. Esta manera de concebir el arquetipo sugiere una conceptualización de los dinamismos de la materia y la energía en todos los niveles de organización que se encuentran en la naturaleza. También provee un enfoque para entender como es posible el conocimiento de la naturaleza, es decir ofrece argumentos para una postura epistemológica.

Extracto de: Carrasco, Álvaro. (2007). Arquetipo Ludi.

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