Anatomia del Aura

e distinguen numerosos sistemas creados a partir de la observación' para definir el campo aural Todos ellos dividen el aura en capas y definen éstas por sus posiciones, color, brillantez, forma, densidad, fluidez y función. Cada sistema está dirigido a la clase de trabajo que el individuo está «cumpliendo» con el aura. Los dos sistemas más parecidos al mío son el que emplea Jack Schwarz, que tiene más de siete capas y se describe en su libro Human Energy Systems, y el empleado por la reverenda Rosalyn Bruyere, del Healing Light Center de Glendale, California. Su sistema es de siete capas y lo ha descrito en la obra Wheels of Light, a Sudy of the Chakras.

Las siete capas del campo aural

Durante mis trabajos como consultora y sanadora he observado siete capas. En principio sólo podía ver las más bajas, que son las de mayor densidad y más fácilmente perceptibles. A medida que avanzaba en mis trabajos iba percibiendo más capas. Cuanto más elevada era la capa, mayor era la necesidad de expandir mi conciencia para detectarla. Es decir, que para percibir las capas superiores, como la quinta, la sexta y la séptima, tenía que sumirse en un estado meditativo, por lo general con los ojos cerrados.

Tras dos años de práctica empecé a ver más allá de la séptima, como explicaré brevemente al final de este capítulo.

Mis observaciones del aura me revelaron un interesante dibujo dualista del campo. Las capas alternas del campo están altamente estructuradas, mientras que las intermedias parecen estar compuestas por fluidos coloreados en constante movimiento. Estos fluidos atraviesan la forma establecida por las tornasoladas ondas luminosas permanentes. La dirección del flujo está regulada en cierto modo por la forma de la luz permanente, ya que pasa a través de sus líneas luminosas. También las formas permanentes de luz propiamente dichas son centelleantes, como si estuvieran formadas por hileras de numerosas lucecitas diminutas que parpadean con rapidez, cada una a una velocidad distinta. Las líneas luminosas permanentes parecen poseer diminutas cargas que las recorren.

Así, la primera, tercera, quinta y séptima capas tienen una estructura definida, mientras que la segunda, la cuarta y la sexta están compuestas por sustancias semejantes a fluidos, sin estructura determinada.

Cobran forma por el hecho de que atraviesan la estructura de las capas impares y, por ello, adoptan en cierto modo la de las capas estructuradas. Cada capa sucesiva penetra y atraviesa por completo todas las situadas debajo, incluyendo el cuerpo físico. Así, el cuerpo emocional se extiende más allá del cuerpo etéreo, e incluye tanto a éste como al cuerpo físico. En realidad, ninguno de los cuerpos es una «capa», aunque sea así como lo podemos percibir, sino una versión más expansiva de nuestro yo que lleva dentro otras formas más limitadas.

Desde el punto de vista del científico, cada capa puede ser considerada como un nivel de vibraciones más altas, que ocupan el mismo espacio que los niveles de vibración situados debajo y que se extienden más allá. Para percibir las capas de forma consecutiva, el observador debe aumentar su conciencia a cada nuevo nivel de frecuencia. Tenemos, por tanto, siete cuerpos, todos los cuales ocupan el mismo espacio simultáneamente, cada uno extendiéndose más allá del último, algo a lo que no estamos acostumbrados en la vida cotidiana «normal». Muchas personas estiman, de manera equivocada, que el aura se puede despojar de capas consecutivas, como se hace con una cebolla, pero no es así.

Las capas estructuradas contienen todas las formas del cuerpo físico, incluyendo sus órganos internos, vasos sanguíneos, etc., además de otras formas adicionales de las que carece éste. Existe un flujo vertical de energía que palpita hacia arriba y hacia abajo por el campo en la espina dorsal. Se extiende al exterior, más allá del cuerpo físico, por encima de la cabeza y por debajo del cóccix. Yo la denomino corriente de fuerza vertical principal. El campo presenta torbellinos turbulentos de forma cónica denominados chakras. Sus puntas señalan hacia la corriente de fuerza vertical principal, y sus extremos abiertos hacia el borde de cada capa del campo en el que están situados.

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