DESDE EL OUTBACK AUSTRALIANO

La última película de Nicole Kidman y Hugh Jackman, Australia, parece querer rescatar tímidamente la idea de que algunos de los aborígenes australianos podrían tener una cierta espiritualidad desconocida. Hace unos años el libro de Marlo Morgan “Las voces del desierto” ya nos dejó muestras muy claras de la profunda espiritualidad que se destilaba en ese lejano continente. Oprah Winfrey, la popular presentadora americana, también refuerza esa idea haciendo alguno de sus programas con mujeres aborígenes que muestran al mundo su cultura y respeto por el medio ambiente.

Existen unos 500 pueblos aborígenes diferentes en Australia, cada uno con su propia lengua y territorio, y normalmente compuestos por diferentes clanes con distintas creencias. La invasión que han sufrido ha hecho que muchos de ellos se hayan, poco a poco, desvinculado de sus tradiciones.

Aunque existan diferentes creencias, nos centraremos en las de los Wurundjeri del Outback australiano, de los que habla en su libro Marlo Morgan. No entraremos en polémicas de si el libro es autobiográfico o si es ficción, ya que para nosotros lo importante es el estado de conciencia de muestra y no la veracidad del relato.

El libro “Las voces del desierto” recoge la síntesis de esta espiritualidad aborigen y finaliza con el testimonio de Burnam Burnam, un anciano aborigen australiano, que dice así:



“Yo, Burnam Burnam, aborigen australiano de la tribu Wurundjeri, declaro por la presente que he leído todas y cada una de las palabras del libro Las voces del desierto. Éste es el primer libro en toda mi experiencia vital que he leído de un tirón. Lo he hecho con gran emoción y respeto. Es un clásico y no viola la confianza depositada en la autora por nosotros, los Auténticos. Retrata en cambio nuestro sistema de valores e ideas esotéricas de modo que me hacen sentir extremadamente orgulloso de mi herencia. Al contarle al mundo sus experiencias la autora ha rectificado un error histórico.

En el siglo XVI, el explorador holandés William Dampier escribió de nosotros que éramos: “el pueblo más primitivo y despreciable de la Tierra”. Las voces del desierto nos eleva a un plano más alto de la conciencia y nos convierte en seres regios y majestuosos lo que en realidad somos” (Morgan, 2003).

Los Wurundjeri viven una vida austera y sin ningún tipo de lujo, sin tener la presión que tenemos todos por el trabajo o el dinero. Su actitud de rendición total a la vida, su práctica de vivir sin prejuicios, sin etiquetar o sin criticar a nadie los convierte en vivos ejemplos de lo que cada uno de nosotros debería ser. Ellos no se consideran separados de los demás sino que consideran que todos formamos parte del universo y que todos estamos conectados. “Todos somos interdependientes, pero de cada uno de nosotros depende de la salud del conjunto”, nos dicen.



Son nómadas debido a que desean fluir con la vida sin atarse a nada. Aceptan de corazón y con inocencia cualquier condición humana, les ha permitido adaptarse a unas condiciones climatológicas extremas y a acabar a veces viviendo en el mismo desierto. Para ellos el concepto de “territorio” es totalmente distinto al de los occidentales. Al ser nómadas no tienen necesidad de delimitar los terrenos de un área geográfica. Para ellos, el territorio es el camino del antepasado, y de todos los antepasados que han hecho ese mismo camino. Para reconocerlo y no perderse en él, la senda lleva incorporada una canción. Camino y canción van unidos: hay que caminar al ritmo de ella y, si se canta bien en el orden correcto, los accidentes geográficos se van sorteando sin dificultad. La música puede sanar nuestra mente y cuerpo. La música es el idioma de nuestra alma.

Ellos parten del concepto de que en la vida toda acción vuelve hacia esa persona que la ha creado. Es el principio del boomerang. Todo regresa, lo bueno, lo malo y lo regular. Tarde o temprano el boomerang de nuestros actos regresa para devolvernos lo que hemos dado generosamente o para recordarnos que lo compartido o lo repartido fueron acciones que perjudicaron a nuestros semejantes o al planeta. Todo regresa.

El mito de creación del mundo de los aborígenes australianos se llama el Tiempo del Ensueño. Fue la época en la que sus antepasados primigenios (que no eran personas, sino animales) hicieron su primer viaje y cayeron dormidos para siempre, formando los accidentes naturales del desierto. Para ellos, una meseta no es una meseta, sino un antepasado lagarto que descansa allí.

La Divina Unidad dejó este encargo a los primeros hombres que nacieron después de crear el mundo:

“Este es vuestro país. Es para vosotros. Aquí viviréis y la conservaréis tal como os lo entregamos. No lo dejaréis nunca, pues sois sus Guardianes. Sois los Guardianes de vuestra Creación.”

Su puesta en práctica, en el día a día, aunque sean seres de una gran espiritualidad, puede pasar inadvertida para unos ojos profanos. Una de sus premisas básicas es intentar alimentarse y sustentarse sin necesidad de alterar a la Madre Naturaleza. Ellos confían plenamente en la Divina Unidad y saben que cada día obtendrán el sustento necesario para vivir.

Tenían sus lugares sagrados, pero las expropiaciones del hombre blanco les han dejado cada vez con menos espacios, y aunque ellos se han desprendido de ellas de corazón, y no tienen ningún resentimiento, sienten que no deben estar en un sitio donde no les comprendan y no les dejen expresar su creatividad individual.

El trabajo de estos aborígenes ha sido preservar y mantener la conciencia cósmica en algún lugar de la Tierra. “La tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra” nos dicen.

Según ellos todo el mundo tiene un talento especial (por ejemplo, cantar, contar cuentos, curar…) Es nuestro trabajo encontrar este talento y desarrollarlo. Es necesario ser conscientes de nuestra responsabilidad con nosotros, con el grupo y con el planeta. Si no desarrollamos nuestro talento nadie podrá hacerlo por nosotros y entonces se quedará sin hacer.

Antes de que cada uno nazca, su alma, hace una promesa sobre lo que se compromete ha hacer en este mundo. Esta promesa la hace a la Divina Unidad. Es necesario que cada uno recuerde para que ha venido y a qué se ha comprometido. Sería bueno que todos nos preguntásemos ¿Qué puedo hacer yo para ayudar a las demás personas?

La vida no es el camino de una sola persona sino que todos formamos un equipo y lo que hacemos a los demás nos afecta también a nosotros mismos.

Según ellos todos somos capaces de expresar una amplia gama de emociones negativas y positivas, pero si somos disciplinados, y trabajamos para conseguir nuestra madurez emocional y eligir cuidadosamente cada una de nuestras emociones nuestra vida será mejor.

“Todo en la vida forma círculos. Todos los encuentros con otras personas son experiencias y todas las experiencias son relaciones para siempre. Hay que cerrar el círculo de cada experiencia, no dejar cabos sueltos. Si te alejas con malos sentimientos de corazón hacia otra persona y ese círculo no se cierra, se repetirá más adelante. No lo sufrirás una vez, sino una y otra hasta que aprendas. Es bueno observar y aprender para ser más sabios. Dar las gracias y alejarse en paz”.

Si hemos elegido nuestras emociones positivamente podemos cerrar todos los círculos, sin efectos negativos. Las emociones negativas son necesarias durante los primeros años de nuestra vida, debemos experimentar y conocer como son. Así podremos comprender mejor, y evitarlas en el futuro. Ya mucha gente sabe cómo la ira nos da dolor de cabeza o úlceras de estómago.

Detrás de cualquier desequilibrio físico siempre hay una causa o un problema no resuelto, así es bueno preguntarse siempre que podemos aprender de esta situación. Entonces hay que observar y no juzgar, para aprender y mejorar.

Es muy importante decir siempre la verdad y evitar decir mentitas en todo momento. Así podremos aprender a utilizar y administrar nuestra energía. Cada palabra que decimos, cada pensamiento que tenemos o cada acto que hacemos, tiene energía. Debemos ser muy conscientes de cada palabra, cada pensamiento y cada acto que hacemos. La Auto disciplina nos puede ayudar a mantener a raya las emociones negativas y alcanzar la sabiduría. Es necesario controlar las emociones para poder escuchar la comunicación entre el cuerpo y alma.

Debemos aprender a distinguir lo que dice nuestra mente y lo que dice nuestra alma. La voz del cerebro es un producto de la sociedad, mientras que la voz de tu alma es un mensaje desde la eternidad.

“Para que conozcas tu casa, la tierra, todos los niveles de la vida y tu relación con todo lo visible e invisible, tienes que guiar. Está bien caminar durante un tiempo a remolque de un grupo, y es aceptable pasar un tiempo mezclado en el medio, pero al final todo el mundo ha de guiar durante un tiempo. No podrás comprender el papel del liderazgo a menos que asumas esa responsabilidad, hemos de conducir a los demás si queremos ser responsables de nosotros mismos. El único modo de superar una prueba es realizarla. Todas las pruebas a todos los niveles se repiten siempre de un modo u otro hasta que las superas”.

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